Tal vez no todos sepan por qué Pablo se llama Pablo.
No sabía qué día de la semana iba a nacer, ni qué iba a pasar después, pero sabía exactamente cómo iba a ser su carita y sabía que se llamaba Pablo. Pablo por Picasso, por Neruda -cuyo nombre real no es ese, yo sé, pero para mí es Neruda y punto. Y, en efecto, fui premiada con mi propio pequeño artista, mi pequeño poeta (y cantante y surfer y skater y príncipe y guerrero cavernícola y piloto de carros de carrera, etc., etc., etc....).
Con Diego creo que también el nombre se escogió solo. Anda un rumor por ahí que dice que Pablo fue quien lo acuñó, pero la verdad es que un día yo se lo dije en secreto y él lo divulgó al mundo. Estos nombres tienen mucho sentido, es como algo que tiene principio y fin, algo muy natural, con una aire noble (o tal vez de nobleza). Son nombres que pesan, no de esos que la gente a duras penas sabe pronunciar o deletrear o de esos que se combinan para terminar siendo igual a los demás. Son sutilezas que los distinguen pero sin pretender ser demasiado.
Don Pablo. Don Diego. Acá no necesitamos segundos nombres, gracias.
No comments:
Post a Comment