Muchos de ustedes me habrán escuchado decir a lo que me dedico (profesionalmente). Pues sip, no seré ninguna Nicole Kidman como en la película, pero soy intérprete. Entonces a propósito de eso, y porque he tenido en los últimos meses probablemente más eventos que nunca, les cuento un par de cosas (¡esta es realmente una profesión como muy pocas!).
Esta semana voy a estar haciendo de todo un poco -eventos de farmaceutas, de la Autoridad Marítima, etc. Hoy empecé un seminario regional de dos días del World Food Programme de las Naciones Unidas. Aunque el tema no es estrictamente niños hambrientos y moribundos sí se ha mencionado algo sobre esto e incluso la delegada de Haití nos deleitó con un par de imágenes que me van a tener distraida por lo menos los próximos días (ok, aún más distraida si se puede). La belleza de lo que hago es que ni un solo día es igual. Este seminario, por ejemplo, es para manejo de información de la agencia, sin embargo, siempre sale el lado realmente humanitario de este programa, su verdadero esprit de coeur: la prevención y esfuerzos de erradicación del hambre especialmente en las poblaciones más vulnerables, léase niños y mujeres embarazadas o en período de lactancia. ¡Cómo se aprende de esta gente! A veces me pongo a pensar que si tuviera que pagar por todas las conferencias, seminarios, talleres y capacitaciones que he interpretado tendría que ser millonaria. En vez, soy millonaria en otro sentido: tengo mil y una experiencias educativas que serían difícil recopilar de dedicarme a otra cosa. Esta profesión de verdad te permite conectarte al mundo. A gente del otro lado de los charcos y que habla con toda clase de acentos y muletillas. Te hace afinar el oido y empaparte el alma de toda clase de cosas: fórmulas infalibles para comprar y vender oro, historias de whiskey y vinos de exóticas regiones, tecnología increíble e innecesaria, obras de calidad humana incomparable y, por supuesto sandeces expuestas magistralmente por manzanillos de nuestro capaz gobierno. De esta última categoría solo he aprendido a evitarlas!
Desde la seguridad de una pequeña cabina en la esquina del salón miro todo y trato de escuchar todo. Y soy muy buena en lo que hago porque, como decía mi abuela Rita, "Todo lo que hago, me gusta hacerlo bien."
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