Yo quiero siempre poder aprender las lecciones que hay dispersas por todo el camino como migajas, como revelaciones en diminuto. Así, es posible que aprecie hasta el más inclemente sinsabor y si he conservado algo de sensatez seré agradecida.
Hay que afilar el gusto, ese sabor agridulce es la vida misma que nos arrastra y empuja.